La apasionante peripecia de Lottusse no puede contarse sin hablar primero de Antonio Fluxá Figuerola, el iniciador de este camino.
Mestre Antoni FluxáEl Mestre Antoni nació el 26 de enero de 1853 en la pequeña localidad mallorquina de Inca. Un pueblo ubicado a los pies de la Sierra de Tramontana que ya entonces contaba con una vida económica incipiente. Sobre todo, si la comparamos con otras localidades de aquella Mallorca decimonónica y pre-turística tan aislada y cerrada en sí misma.
Inca, la ciudaddel calzado
Inca, la ciudad del calzado
a su vuelta a Mallorca en 1877 tras la finalización de la guerra, el Mestre Antoni trajo a Inca algo más que su raído uniforme militar. Llevaba consigo también nuevas ideas muy diferentes a lo que él había conocido elaborando zapatos de piel en Mallorca.
Mestre Antoni vio inmediatamente lo que hoy denominaríamos como “ventana de oportunidad” y fundó en ese mismo año su propio taller de calzado. Lottusse echaba a andar: los primeros años lo haría calzando sólo zapatos de hombre y a partir de los inicios del siglo XX también con zapatos de mujer.
La decisión de mejorar la calidad y prestigiar su producto obtuvo muy buenos frutos. Lottusse consiguió pronto tiendas y almacenes interesados en distribuir su producto en Barcelona. El crecimiento del mercado catalán culminó en la contratación de un representante para esta región. El Mestre Antoni había conseguido abrir nuevos caminos y ampliar el horizonte de Lottusse.
Su legado en nuestros días
Tras su muerte en 1918, el Mestre Antoni no sólo legó un taller de zapatos muy mecanizado y desarrollado. Su herencia es especialmente una manera de entender y hacer las cosas: de concebir la producción de calzado, la misión de un negocio y las relaciones con los trabajadores, entre otras muchas cosas.